Pozo Candín I (Santa Eulalia o El Cabritu): La Felguera, Langreo, Asturias.
En este enlace podemos encontrar una galería de fotos del pozo candín.
Los orígenes de este pozo se remontan a 1946, cuando Manuel Suárez, alias “El Cabritu”, estando al frente de la Sociedad Carbones de Langreo, inauguró el pozo Santa Eulalia, también conocido por el apodo del empresario, cuya profundización se inició en 1943. En la ladera opuesta, separados por 470 m, se encuentra el pozo San Enrique o Lláscaras, profundizado en 1933 por la empresa Minas de Langreo y Siero.
Los dos pozos se integraron en HUNOSA en 1967, formando una única unidad productiva denominada pozo Candín. En 1973, la empresa estatal puso en marcha un ambicioso plan de modernización de sus pozos, instalando sobre el Candín I, de 693 m de profundidad (el 2º pozo más profundo de Asturias, después del de Lieres), una torre de extracción de 51 m de altura, la primera que se montaba en Asturias, equipada con una polea Koepe bicable de 4 m de diámetro, poleas deflectoras de la misma medida y un motor de 1200 KV. La extracción, 350 ton/hora se hacía mediante skips. El antiguo castillete se desmontó una vez levantada la torre sobre él, y se construyó un nuevo lavadero en los alrededores, que se mantuvo en servicio hasta 1996.
«Estos olores no son normales y quienes los respiramos somos nosotros. Alguien tiene que ponerle remedio antes de que pase algo». Lo dice Rogelio Pérez Canteli, el presidente de la asociación de vecinos del barrio felguerín de Vega, en Langreo, y recoge el sentir de toda la población. Los sufren desde hace varias semanas, a diferentes horas del día y por la noche, y aseguran que no pueden abrir las ventanas, ni pasear ni dormir. Su preocupación va en aumento porque, aunque esta situación ha sido notificada al Ayuntamiento, la Confederación Hidrográfica del Cantábrico, Hunosa y la Consejería de Medio Ambiente, «nadie nos da una solución. A veces los olores llegan hasta La Felguera».
Los vecinos atribuyen el origen al pozo Candín, inundado tras su cierre por motivos de seguridad. «Dejaron dentro baterías, ácidos, piezas de hierro... No sacaron nada y ahora se pudre. Cuando las bombas achican, el agua se vierte al río Candín y comienzan los olores».
La propia fauna se está resintiendo, indican. «Antes siempre había patos, pero ya no. Las truchas también desaparecieron, al igual que los cangrejos rojos. No sabemos si las aguas están contaminadas, pero los olores no los soportan ni los animales». «Cuando vierten el agua de pozo, cambia hasta el color del río. Sus aguas se enturbian, se oscurecen y no parece el río al que estamos acostumbrados», añaden.
«Queremos dejar de estar preocupados y que las administraciones se tomen esto en serio. También, Hunosa y la Confederación. Aquí alguien tiene que hacer algo», recalca Pérez Canteli.